El cliente es un amante de la naturaleza y su sueño es vivir en el campo. El reto era que una vez entrase en su casa, la ciudad se esfumase y se respirase paz.
Un paisaje a escala real conseguiría este efecto, como una ventana gigante a la naturaleza.
La vivienda inicialmente contaba con 2 dormitorios (de lo cuales uno no se usaba), un salón alargado con cocina americana que invadía todo el estar y un baño sin luz natural.
Necesitábamos ganar espacio al salón y a la cocina, por lo que decidimos trasladar la cocina al dormitorio que no se usaba. De esta forma se liberaba al salón de espacio y olores y aumentaban considerablemente las dimensiones de la cocina.
La cocina ahora lograba tener ventilación a un patio. Para que todavía tuviese más amplitud, tiramos un tabique entero y parte de otro, dejándola abierta al recibidor.
¡Este iba a ser el espacio perfecto para nuestro paisaje! La puerta de entrada te conduce al campo que se extiende hasta el salón.
En el salón el paisaje está impreso en fores adherido a la pared y en la entrada en lona de pvc con mecanismo de panel japonés, cuando está cerrado, se oculta la cocina y se crea un espacio de recibidor con una mesa de apoyo y cuando esta abierto, esta mesa se convierte en barra de la cocina.
El salón, de forma bastante alargada, requería un espacio para almacenaje de libros. Y una estantería de suelo a techo no podía ser la solución porque estrecharía todavía más el espacio. Así que pensamos en una sola balda que recorriese el espacio perimetralmente a una altura determinada para que sirviese además de banco.
La falta de luz en el baño la suplimos cambiando uno de los tabiques por un cristal traslúcido que comunicaba con el dormitorio principal recibiendo la luz del mismo.
Los materiales debían ser coherentes con la idea de proyecto: la naturaleza. La madera lo potenciaba, así que diseñamos todos los muebles de la vivienda en roble.
COLABORACIÓN: Patricia Rivera
PROYECTO: vivienda
CARACTERÍSTICAS: 50m2
LOCALIZACIÓN: Madrid